Resulta interesante…muchos meses sin escribir y tantas cosas por contar….quizá por falta de tiempo en unas ocasiones, en otras por “hueva” (pereza)…
Y un blog así resulta muy aburrido hablando siempre de política…menos mal que el blog no es donde escribo, sino en una pequeña libreta que compré en julio de 2010 en el sofocante calor de Mérida, una libretilla de “Le Petit Prince” muy útil para viajar y contar pequeñas y grandes cosas.
Allí pasé una semana terminando mi formación y conocimientos con Mª José, Fany y César para aventurarme a la realidad de Honduras. De lo que allí hablamos, a llegar acá y ver todo esto hay un trecho muy grande, tanto como el océano que separa España de Honduras, y los dos continentes.
Como no he escrito sobre ello, debería resumir algo quizá…es chistoso meterse en un avión a San José de Costa Rica para luego enlazar con Tegucigalpa sin saber bien dónde vas, y es entonces cuando asumes la realidad de tu decisión de abandonar todo a la aventura (de la cual nunca me arrepentiré y siempre he pensado que es la decisión más acertada de mi vida). Compartir un viaje con un catalán que se dedicaba al tema de las funerarias y que viajaba constantemente para ver ideas e innovaciones en cómo afrontar la muerte de una persona es fascinante y curioso cuanto menos. Ahí me enteré que con tus cenizas pueden hacer una planta y ponerte cual pino en mitad de un monte para que te recuerden como un árbol. ¡Interesante!
Llegada a San José, y luego móntate en un avión diminuto de hélices (sigo con miedo aún esos aviones)…aterrizaje en el segundo aeropuerto más peligroso del mundo y llegada y abrazo con Eva, con quien ya compartí unos días en Madrid meses atrás, Belencilla, gallega increíble, y Nagore, una vasca atípica…y meses y meses de aventuras junto a mucha más gente que va y viene de esta extraña ciudad….
Hoy realmente quería escribir por una cuestión que me lleva dando vueltas desde la semana pasada, que fue mi visita a un proyecto que tenemos de huertos y gallineros para mujeres campesinas. Se trata de darles la oportunidad de desarrollarse personalmente y económicamente plantando semillas de productos que constituyen parte de su alimentación básica además del cuidado de las gallinas para la obtención de alimento y huevo. Todo ello complementado con capacitaciones para mejorar sus conocimientos en temas propios del proyecto y además en temas de género, violencia doméstica….
Visitando el huerto de una señora con Raquel, una amiga de prácticas por Honduras, me comentó si podíamos pasar a su casa. Estamos hablando de familias que han sido beneficiarias del proyecto por ser especialmente vulnerables y con altas probabilidades de sufrir desnutrición, donde la casa está hecha con ramas y barro, ni tan siquiera es de adobe en bloques, con techo metálico, en el departamento más caluroso del país, donde dicen “que sudan las piedras”. Allí quiso presentarnos a su hija, Vanesa. Vanesa es una niña de 15 años, pesaría como 20 kilos, que al año y medio de nacer sufrió una parálisis cerebral que la dejó sin poder andar y dependiendo siempre de otras personas. Ahora, hacía vida en una hamaca durante el día, tiene la espalda totalmente curvada y sólo responde moviendo su mano izquierda para manifestar sus emociones. Trata de hablar y las palabras no le salen. Pero en su cara se podía ver que entendía lo que le decíamos Raquel y yo. Su madre la dejaba con alguno de sus diez hermanos siempre que acudía a nuestras capacitaciones, no se las quería peder porque el cuidado de su huerto era ahora una tarea más de su vida cotidiana y llevar alimento a su casa, una de sus prioridades. Vanesa sabía que estábamos ayudándoles y sonreía. Le gustaba que fuera gente a visitarla ya que hacía mucho que no salía de casa porque la silla de ruedas rudimentaria que tenían estaba rota. Probablemente nunca había visto a dos personas tan blanquitas. Fueron unos minutos muy intensos. Teníamos que visitar muchos más huertos y muchas más familias, pero en breve volveré a visitar a la pequeña Vanesa. Su madre lleva luchando por ella 15 años y no se rinde, la asea todos los días, la peina, le da de comer lo que puede, y le da atención y le habla todos los días. La dedicación que tiene esa madre hacia su hija no la he visto nunca, ese amor no se aprende.
Las valoraciones sobre esta pequeña historia, cada uno las debe hacer en su interior. Siempre me llegan mensajes negativos sobre la situación que están pasando muchas personas en España, pero hay que aprender a saber qué valor tienen las cosas, y ver realmente cuales son las importantes y básicas para nuestro interior.